Aún sin dar
nombre al proceso, Charles Lyell, en su imprescindible obra Principles of Geology publicada en 1830,
describe e interpreta con gran detalle las presencia de perforaciones
producidas por bivalvos litófagos en las columnas del entonces llamado Templo
de Serapis, en Puzzoli, localidad cercana a Nápoles (Italia) Cap. XXV, pp.449-459.
El
malacólogo George Johnston utilizó también estas perforaciones y sus productores para ilustrar el capítulo sobre moluscos perforantes de su obra An introduction to conchology, publicada
en 1850 (pp. 149-167 y fig. 26).
No fue hasta
1966 que Conrad Neumann acuñó el término bioerosión, como una abreviatura de
erosión biológica en referencia a los procesos de desgaste producidos por
organismos sobre substratos líticos o esqueléticos. Desde entonces, el estudio
de la bioerosión se ha hecho frecuente en paleontología. Sin embargo no
siempre se ha reconocido su importancia geológica, indicando líneas de costa y
cambios en el nivel relativo del mar, amén de sus contribuciones en la
interpretación paleoambiental y paleogeográfica. Lyell si lo hizo.
Desde mis
inicios en el campo de la bioerosión he sentido un gran interés por observar
directamente las estructuras descritas por Lyell. El pasado mes de junio tuve
por fin ocasión de visitar la localidad y satisfacer mi curiosidad.
El macellum de Pozzouli es un mercado
romano (siglos I-II), interpretado anteriormente como un templo a causa del
descubrimiento de una estatua del dios Serapis, y constituye uno de los
símbolos de la ciudad. Del mercado sobresalen tres columnas marmóreas de unos
13 m de altura, en las que se aprecian numerosos ejemplares de Gastrochaenolites (las perforaciones en
forma de porra que realizan bivalvos litófagos), así como otras trazas más
difusas. Las perforaciones ocupan una clara banda de 3,5 m de anchura, situada
a otros 3,5 m de la base. Igualmente, se pueden ver restos de organismos
marinos incrustantes sobre ellas.
Lyell
justificó las perforaciones por movimientos relativos del nivel del mar. Concluyó que en algunos momentos las columnas habían estado sumergidas en él, lo que habría propiciado la colonización por los perforantes. La observación in situ de las columnas me reafirma en
la opinión de que el trabajo de Lyell sería uno de los primeros y fundamentales
estudios sobre bioerosión, con una incidencia en la interpretación geológica de
primer orden.
Actualmente,
las oscilaciones en el nivel relativo del mar en este punto se atribuyen al
bradisismo de los campos flégreos napolitanos, consistente en lentos ascensos y descensos del terreno ligados a la actividad magmática.
En resumen,
visita muy recomendable para geólogos, paleontólogos, icnólogos y malacólogos... Y, por cierto, ¡encontrarán algunos restaurantes bastante recomendables en
los aledaños del mercado!
1 comentario:
Impresionante ejemplo!
Y más verlo en foto actual y en un grabado de 1850!!
Publicar un comentario